La educación literaria: el hábito lector y la interpretación
Conseguir que los adolescentes se conviertan en lectores literarios es una de las metas importantes tanto en la Educación Primaria como en la secundaria. Enfrentarse con éxito a esta responsabilidad exige la consolidación de espacios escolares dedicados a la lectura en los que el rol del docente se transforme en el de mediador. Exige también una ampliación de las funciones formativas relacionadas con la educación literaria, que ha de incorporar la construcción del hábito lector como objetivo inexcusable. Veamos los retos que plantea cada una de estas exigencias: - Retos organizativos para la institución escolar, que debe asegurar la regularidad de un tiempo y un espacio para la lectura autónoma y silenciosa.
- Retos formativos para los docentes que, para desarrollar su labor de mediadores entre los adolescentes y los libros, han de actualizar sus conocimientos de literatura juvenil y adquirir criterios de selección de las lecturas.
- Retos epistemológicos a los que debe responder la didáctica de la literatura, ampliando el conocimiento sobre las implicaciones resultantes de convertir la formación del lector literario en el eje en torno al que se articula la educación literaria.
- La preservación del sentido social del hábito lector. Las estrategias que acompañen a los estudiantes en su camino lector han de “desescolarizarse” e inspirarse en las prácticas sociales en torno a los libros. Así evitaremos que los adolescentes asimilen la lectura como una obligación escolar y que una gran mayoría descarte incorporarla a sus hábitos de ocio. Si los dotamos de los instrumentos que les permitan integrarse en una comunidad lectora, estaremos facilitando la vinculación de la lectura a sus intereses personales.
- La incorporación de los objetivos de formación literaria. Para que el hábito lector se consolide y sea duradero, la escuela ha de proporcionar los conocimientos que permitan a los lectores crecer como tales. Un lector capaz de utilizar las claves interpretativas para profundizar en las lecturas y, por tanto, disfrutarlas a distintos niveles tiene más probabilidades de perseverar y avanzar en su camino lector.
Cada una de estas dimensiones tiene su espacio de trabajo en el centro. Mientras la lectura placentera que remite a su práctica social se sitúa en la biblioteca de centro o de aula, la lectura profunda propia del ámbito académico se enseña en la clase de literatura. En cada espacio, las modalidades de lectura son distintas para adaptarse a cada uno de los objetivos de la educación literaria que se persiguen: en la biblioteca de aula o centro se lee de manera optativa y autónoma en tanto el objetivo es fomentar la lectura y consolidarla como hábito. En la clase de literatura, en cambio, será a través de lecturas obligatorias y guiadas como el docente podrá ayudar a los estudiantes a avanzar en la interpretación.
Claves para el fomento de la lectura
- Delimitar un tiempo para la lectura autónoma y silenciosa
- Dinamizar el tiempo dedicado a la lectura.
- Desplegar un menú variado y relevante de lecturas.
- Tener en cuenta las prácticas lectoras de los adolescentes.
- Educar la capacidad de disfrutar de las lecturas.
- Conectar el espacio de lectura con todas las asignaturas.
- Familiarizar a los estudiantes con el circuito social del libro Conclusión
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